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martes, diciembre 13, 2005

AMOR MORIBUNDO


Así que crees que tu relación está sumida en una crisis pasajera; que es normal en todas las parejas; que el tiempo pesa. Debe ser el stress de la vida cotidiana, el trabajo... no sabes. De todas formas es habitual en otros novios o matrimonios, te dices. Y con eso te consuelas. Te consuelas de esos vacíos de palabras, de esas tardes de domingo áridas, doblegada la esperanza de un fin de semana que ha vuelto a decepcionarte. Con el lunes amenazando tu ansiedad y los silencios doblegándote la esperanza.

Pero no, de eso nada, aún puedes salvar tu relación, eso crees. Necesitáis tiempo para vosotros solos. Un viaje quizás. ¿Un viaje, dices? No sabes lo que te espera, amiga. Si estando rodeados de otros la relación no se sostiene, imagínate cuando tengáis que enfrentaros a vuestras respectivas soledades. Las únicas maletas que podréis llevaros serán la del tedio y la de las decepciones.

¿Crees que volverán las caricias pre-coito en ese viaje? Tal vez. Tal vez regresen forzadas, simuladas dentro de una farsa. De lo que puedes estar segura es de que, como las madreselvas de Becquer, la ternura después de hacer el amor, esa, esa no volverá. Yace enterrada en la monotonía... en el hastío.

Pero entonces, me preguntas, entonces, ¿no existe el amor eterno? Pues claro que existe, te contesto. Como los tréboles de cuatro hojas.
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Esta vida no es un ensayo de otra. Los errores los pagamos aquí. Los años pasan, la cobardía es nuestro verdugo.

¿Dónde está escrito que tengamos que amar toda la vida a una misma persona? El amor se mide por la intensidad, no por la duración. Una relación que se acaba no es un fracaso, sólo un fin y una puerta abierta para otra. La verdadera derrota es someterse a la comodidad o al miedo.