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domingo, octubre 21, 2007

HOMBRES PATÉTICOS.

Ya han vivido la mitad de su vida. Antes eran atractivos, pero ahora su vientre es un tambor que desplaza el cinturón por debajo del ombligo. El negro azabache de sus cabellos delatan el tinte que contrasta con sus arrugas faciales. Si te acercas a ellos, su nariz está surcada por venillas alimentadas con alcohol.

Bailan con un cubata en la mano derecha y un cigarrillo en la izquierda. Miran y no los ven. Intentan ligar con frases trasnochadas, que guapa eres, me gustan tus ojos, ¿vienes mucho por aquí? Solo les hacen caso las tontas y las desesperadas. Pero últimamente ni siquiera esas.

Divorciados, solteros, o infieles que se quitan el anillo antes de salir de casa.

Y cuando los cubatas les dicen que otra vez su segunda cabeza no va encontrar una cueva donde refugiarse, se van de putas.

Ellas sí les hacen caso. Son simpáticas. Les ríen las gracias; eres muy atractivo, me gustas, ¿quieres hacer el amor?
Y las mentiras les resucitan. Y quieren creer lo que es imposible. Y acaban creyéndoselo.

No sé quien está más necesitado, si su pene, o su ego.