INTIMIDAD

Me gusta la gente que no salvaguarda su intimidad. Y no me refiero a esa intimidad consistente en contar los problemas que se tienen, sino a la que radica en mostrar sin tapujos, sin miedo, todos o casi todos los defectos, todas o casi todas las miserias internas.
Admiro su valentía.
Pero claro, para mostrarlas, hace falta primero haberlas encontrado. Y para ello, es necesario vencer el miedo a conocerse y ser honesto con uno mismo.

Me atrae la gente que no se turba al mostrarse cual tal es. Que me desarma con su sinceridad. Que aún sabiendo que al desnudarse se queda aparentemente sin escudo, es lo suficientemente inteligente y fuerte para encontrar el Talón de Aquiles de la armadura del contrario y cercenarlo a través de sus puntos débiles si éste abusa de la información.

Todos los muros pueden ceder. Nadie puede hacer daño al agua límpida.

Todos somos iguales, aunque unos menos iguales que otros. La mejor forma de conocer a los demás, es conocerse a sí mismo. Si uno se busca y se encuentra, si se enfanga en las arenas movedizas de la lucidez, puede salir indemne o no, herido o mutilado, pero con un conocimiento de la psicología humana mucho más amplio y profundo que otro que se justifica, que navega entre dos aguas: la de la autoestima y la del autoengaño.