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miércoles, diciembre 14, 2005

CARÁCTER Y CIRCUNSTANCIAS

Para juzgar objetivamente a una persona, sería necesario introducirse en ella; en su pasado, en su sensibilidad y pensamiento. Los veredictos de inocencia aumentarían en perjuicio de las víctimas inocentes.

Las circunstancias, máximas ejecutoras de su propio poder, hipócritas gobernadoras de masas, clases e individuos, llamadas unas veces Azar y otras Voluntad, se confabulan para salvarte o condenarte. Ellas, en ocasiones, te conducen hacia la plenitud o desesperación, a la riqueza o miseria, a lo excelso o al caos, haciéndonos creer poseedores de las riendas de la vida, transformándonos en engreídos o culpables, sin ser verdaderamente ni una cosa ni otra; solo juguetes.

Es sencillo y excusable justificar el carácter propio y exculparse de los actos acusando a la mala suerte; a menudo andan por caminos divergentes y, aunque en ocasiones confluyen, es tan solo, una vez más, casualidad. Hay algunas diferencias básicas debido a las cuales la influencia del primero sobre la segunda es prácticamente nula: El carácter procura manejar su independencia mediante la fuerza y esa fuerza depende, en un porcentaje excesivamente elevado, de las circunstancias. El carácter es inamovible; se adapta, se flexibiliza y, si evoluciona, se vuelve tolerante o intransigente, conformista o afligido, pero jamás se desplaza. Es altivo con sus virtudes, afianzándolas con tal presión que las transfigura en decadentes. Arrogante con sus defectos, de los cuales siempre piensa que, en el fondo, son virtudes puesto que de ellos extrae mayores beneficios que de ellas. Y finamente, generoso, aunque no altruista, con todo lo concerniente al ocultamiento de su innata, desmedida, y grotesca vanidad.

Por el contrario, la soberanía de las circunstancias, a pesar de no ser ejercida de una forma tiránica, sí puede decirse que siempre, insisto, siempre, tiene en su poder la última palabra, la conclusión, lo definitivo. Son independientes y dolorosamente indemnes a todas las coacciones que podamos provocarles a través de nuestra personalidad. Las victorias son derrotas a través del tiempo. Llenamos el vacío, no el espacio. Solo nos permite continuar la inconsciencia de este hecho.

Los fracasos, olvidados por otros recientes, minimizados por la alegría, obtusa pero plausible, se agazapan agobiantemente apretujados tras barricadas de instantes felices. Las circunstancias, en definitiva, te aplastan o coronan con indiferencia, a veces a destiempo, rara vez justamente.