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miércoles, diciembre 14, 2005

DURMIENDO CON SU ENEMIGO

Hay algunos defectos de las personas que perjudican a terceros. Solo a ellos. Pero hay uno que siempre perjudica al que lo padece: La envidia.

La principal víctima de la envidia es uno mismo. Al que la sufre le corroe, le impide ser medianamente feliz y le es imposible alcanzar la paz. Da lo mismo que consiga hundir al envidiado. El envidioso no perdona nunca; no perdona nada. Si consigue aplastar al envidiado, lo seguirá envidiando hasta en sus desgracias. La envidia es una enfermedad crónica que ni siquiera tiene una mísera receta que la alivie. El único placebo que conoce es la venganza. Pero ese desquite es temporal. Nada se puede hacer para que el que te envidie deje de hacerlo.
Es un error intentar ser humilde con el envidioso, o ayudarlo. Eso es posible que lo exacerbe todavía más; entonces te considerará prepotente.

Lo mejor que se puede hacer con el envidioso, es obviarlo. No pensar en como solucionar su problema. Que se pudra en su propia miseria.