Maldonado Sinrazón

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miércoles, enero 21, 2009

LA CAPACIDAD DE SORPRESA

Uno no muere cuando su corazón deja de latir. Muere cuando su capacidad de sorpresa se ha agotado.

La acumulación de experiencias vividas hace que la capacidad de sorpresa vaya disminuyendo. Por eso, si las circunstancias son propicias, los niños son más felices que los adultos; todo les sorprende.

Cuando pasan los años, cada vez hay menos películas, menos libros, que nos gustan.
Viajamos y encontramos más similitudes entre unos paisajes y otros. El más bello paisaje, el cuadro más hermoso, la arquitectura más sublime, nos recuerda a otros panoramas, a otras obras de arte.

Las juergas ya no nos invaden con sus risas. El alcohol ya no es el bastón de nuestra sonrisa; se transforma en sueño. Un sueño lúcido, el peor de los sueños.

El sexo es un mapa arrugado y amarillento; conocemos todas las rutas y donde se encuentra el tesoro.

Un día despertamos y tenemos que afrontar que nuestros anhelos se han transformado en quimeras. O que lo que hemos conseguido alcanzar después de mucho esfuerzo, es un espejismo creado por otros, un oasis ficticio en un desierto en el que solo se oyen balidos de esperanzas consumadas que al alcanzarlas se derriten en una abrumadora decepción.

Solo hay dos formas de no envejecer. Una, seguir siendo un niño. Otra, estar enamorado. Aunque, a fin de cuentas, ¿no es lo mismo?

Cuando amas, los paisajes más tenebrosos se vuelven radiantes al verlos con cuatro ojos y una sola mirada.
Cada día hay un nuevo mapa del tesoro, caminos sin explorar, que nos conducen a la más inmensa de las fortunas.
La diversión no está ni en el alcohol, ni en una parranda, porque la mayor alegría nos la produce el placer de contemplar la felicidad de la persona amada.
Y el arte……………bueno, respecto al arte…………… ¿hay más bello arte que el arte de amar?